Recuperar el sosiego

Si hay algo de lo que internet y las redes sociales nos han privado hasta ahora es de la tranquilidad a la hora de escribir o comentar sobre cualquier argumento. Da igual el contenido o la calidad de lo escrito, todo es (o se convierte en la comprensión lectora de la mayoría del público) un halago inmerecido, una opinión sesgada a propósito, una noticia innecesaria, una crónica en la que se han escondido o tergiversado los detalles más importantes, una velada publicidad de una empresa, una burla, o en el más simple de los casos, una mentira como una casa.
Cuando escribimos, de forma más o menos consciente estamos anticipándonos a los comentarios que recibiremos, aunque dejemos nuestras líneas debajo de la almohada. «Diciendo esto van a pensar que apoyo a tal», » si no enumero todos los casos de corrupción/derrota sindical/elecciones que se repiten/epidemias para zurdos no puedo hablar ahora de este»… Al final, gran parte de lo que escribimos está pensada para evitar que se nos posicione donde no queremos; malgastamos centenares de palabras y de tiempo para proteger lo que vamos a decir de las malas interpretaciones, como si dependiera de nosotros. Por eso cuando llegamos a lo que queríamos decir decimos poco y mal, porque estamos exhaustos después de haber dejado por el camino la mitad de nuestras energías en inútiles batallas. Repetimos en parte el error de Aníbal cuando, habiendo derrotado a los ejércitos enemigos, rechazó atacar directamente Roma.
Todo este preámbulo sólo porque quería decir que he apreciado la gran clase con la que Leonardo di Caprio ha recogido su Oscar, evitando cualquier broma sobre sus múltiples nominaciones y lanzando un bonito mensaje sobre la mala salud del planeta en que vivimos. Tenía miedo de ser banal, o repetitivo, o poco gracioso, o de hablar sin haber visto todas sus películas, o…